“... Señores, al premio mayor, sépanlo, lo tenemos nosotros”. Las quince rúbricas que avalan la carta dirigida a las autoridades de Alpi en Buenos Aires, pertenecen al personal de la Dirección de Compras de la Municipalidad de Santa Fe, quienes comparten sus mañanas con un notorio valor humano. Se trata de María Elizabeth López, distinguida con el Premio Bienal Alpi 2009 en “reconocimiento de una labor destacada por el esfuerzo, superación personal e inserción social” de quien debe enfrentar una discapacidad física y, en ello, forja “un ejemplo de vida y estímulo para quienes enfrentan las mismas situaciones”.
Sus compañeros de tareas reconocieron en ella aún más: “Con su activa e inquieta presencia (...) nos ha permitido descubrir que éramos nosotros quienes padecíamos una discapacidad: la de no esforzarnos lo suficiente para superarnos”.
Esa lucha diaria que mereció una de las diez distinciones otorgadas por Alpi en todo el país, es definida por Elizabeth en palabras más sencillas como “seguir adelante”, “aprender cosas nuevas” y “esmerarse en el trabajo”. La tarea, nada fácil, es en ella un estilo de vida para vencer cada día las complicaciones generadas por un mundo que suele ser aún más adverso para quienes no cuentan con su propio cuerpo como aliado.
Aun al padecer una deformidad congénita en la columna vertebral y otras malformaciones en miembros superiores, Elizabeth se destaca por “su autonomía, su confianza en sí misma, el deseo de salir adelante siempre. No genera a su alrededor ningún sentimiento de autocompasión ni nada semejante. Por el contrario, es ella quien contagia su alegría de trabajar y salir adelante”. Las palabras de Sonia Bonazzola de Maciel salen vivas y con fuerza de sus labios. Como coordinadora del Área Educativa de Alpi Santa Fe, fue quien la postuló para recibir el Premio Bienal 2009 al considerar que “han sido la fuerza superadora de su fortaleza, la capacidad de vencer obstáculos y prejuicios, el tesón y la fe en sí misma los reales forjadores de su rico presente. Creemos que ella es un ejemplo para definir con exactitud a esos seres que logran trascender los límites habituales del quehacer humano”.
Evidentemente feliz, reconoce en Elizabeth “el incentivo mayor para que instituciones como la nuestra recordemos que por algo estamos: para bien del futuro de muchas personas discapacitadas. El valor de este premio para una institución como Alpi, es que no hemos trabajado en vano: fuimos puente para que una persona con discapacidad pueda lograr el disfrute de sus derechos”. Así las cosas, con una pesada alegría, sus ojos se anticiparon a las palabras de “cómo no adherir y cómo no tratar de, en todo lo posible, ayudarla”.
“Ellos pudieron, yo también”
Rosa Albarracín, su mamá, es una modista dedicada que le enseñó a dibujar, pintar e incluso coser y confeccionar los arreglos que Elizabeth vende entre amigos y vecinos en días navideños. Ricardo López, su papá, es el carnicero de barrio Centenario que se emociona con orgullo y reconoce que, de sus cinco hijos, “Elizabeth salió con el espíritu de los dos. Estamos chochos de la vida”.
Con un mudo esfuerzo por contener el brillo de sus ojos, Ricardo contó que su hija “hace de todo en casa: limpia su dormitorio, tiende su cama y arregla su ropero, limpia y hace mandados. Tiene mucha actividad, no se queda quieta nunca. Le gusta escuchar música, se mensajea con los amigos, se traslada en colectivo a casa de vecinos y de sus hermanos para usar Internet y chatear con otros chicos. Es sobresaliente, no hay dudas de eso. Tiene una vitalidad terrible”.
Para su familia, el Premio Bienal Alpi “fue un acontecimiento familiar... nos cayó de diez, porque le hace bien a ella, nos hace bien a todos. Tenemos cinco chicos, pero eso fue algo grandioso”.
Sentada junto a su papá en el aula de Capacitación del Alpi, Elizabeth parece tranquila. Su alegría sólo se expresa en una amplia sonrisa que, para quienes la conocen, es una emoción frecuente. Dice que dedica el premio “a mis padres, quienes me tuvieron y me apoyaron siempre; y a mis hermanos que cuando me bajoneo me dan fuerza para que siga adelante. A la señora Maciel, de Alpi, porque gracias a su insistencia pude terminar la secundaria; y a todos los que me conocen y de alguna manera me ayudan si necesito algo que no puedo hacer sola”.
En su vida, incluso el viaje a Buenos Aires que hizo junto a su mamá para recibirlo fue una aventura y el premio, “algo impensado. Me gustó; escuché atenta la historia de las otras personas premiadas y no podía creer que yo estuviera ahí... Todos tenían más estudios que yo; te dan ganas de hacer más cosas, te motiva para hacer otros emprendimientos personales. Hay cuestiones que si ellos pudieron yo también puedo hacer, o puedo intentar hacer...”.
Alegre, humilde y dispuesta, dice al sonreír que es “igual a los demás, un premio no me va a cambiar; voy a seguir saludando a todos, voy a seguir siendo la misma”.
Superación continua
“Su profesora de secundaria me dijo que nos íbamos a sorprender con Elizabeth, y así fue”, contó Sonia.
Tras cursar sus estudios primarios en la Escuela Ceferino Namuncurá y la Nº 1258 Simón Bolívar, Elizabeth continuó sus estudios en la Escuela de Enseñanza Media para Adultos Nº 389, de barrio El Pozo. “Le insistimos para que complete el secundario y no hubo necesidad de llegar a las profesoras para explicar nada: ella generó nuevamente un espíritu de compañerismo a su alrededor y todos la ayudaron para que la pudiera completar sus estudios”, recordó la coordinadora del Área Educativa de Alpi.
Así, egresó con el título de Bachiller Contable de la Escuela de Enseñanza Media para Adultos Nº 1052. Pero si hay algo que le gusta a Elizabeth, es “aprender cosas nuevas”. Así, cursó el Taller de Plástica del Foro Cultural Universitario; y en 2003 el Taller de Diseño del Servicio de Rehabilitación Computacional de Alpi. Con esta formación, también allí realizó el Curso de Operador de PC en 2004 -con reconocimiento del Ministerio de Educación de la Pcia., según disposición Nº 157 del 15/03/00-.
Con esta formación, en 2002 realizó una Pasantía en el Hospital Vera Candioti, donde colaboró en el armado de la revista del Hospital; y en 2006 realizó una pasantía rentada en la Dirección de Compras de la Municipalidad, como auxiliar Administrativa y operadora de PC.
Tras un impasse laboral de dos años -en los que sumó un Curso de Internet y el curso de Atención al Cliente en el Instituto Superior de Ciencias Comerciales de la Asociación Dirigentes de Empresa-, desde el año pasado a esta parte está realizando una pasantía rentada en la Dirección de Compras de la Municipalidad, “que se renueva cada seis meses y por un máximo de dos años -contó Elizabeth-; pero me gustaría que no termine nunca”.
Sonia comentó que en Alpi “en principio la propusimos para la pasantía con ciertos temores, porque si bien cumplía con la idoneidad necesaria teníamos incertidumbre respecto de cómo se podía sentir con sus compañeros. Lo logró nuevamente, y el testimonio es la carta de sus compañeros. Estamos muy felices, Elizabeth nos ha colmado realmente”.
Premio Bienal Alpi
El premio fue instituido por Alpi en 1967, a fin de reconocer la labor destacada por el esfuerzo, superación personal e inserción social de personas que han tenido que enfrentar una discapacidad física. A su vez, busca resaltar sus trayectorias personales como ejemplos de vida y estímulo para aquellas personas que estén enfrentando las mismas situaciones.
La 21º ceremonia de entrega de los Premios Bienal Alpi se realizó en el Auditorio del Centro Costa Salguero de Buenos Aires, hace quince días.
Premios y distinciones
Soy Profesor en Informática y Administración. Trabajo en la E. E. S. O Nº 340 y en dos Institutos Terciarios. Además soy integrante del Equipo de Rahabilitación en ALPI Santa Fe.